Cambiar para mejor

Todos hemos nacido con el mismo propósito de vida en común, irnos de esta tierra siendo mejor persona de lo que vinimos. En esto consiste la evolución como especie; en superarnos cada día despertando a la consciencia, reconociendo nuestro yo dormido; el ego.

Sin embargo, en nuestra educación nos insisten en la importancia de ser buenas personas en vez de ser mejores. Este matiz no parece de gran relevancia pero no obstante marca toda una diferencia y nos incapacita en nuestro desarrollo. Crecemos más preocupados por encajar en el concepto que hemos construido sobre como se supone que debería ser una “buena persona”, que en el verdadero trabajo de autoconocimiento y humildad que hay detrás de nuestro verdadero propósito.

El valor de ser una “buena persona” no significa lo mismo en Mexico, en Marruecos o en Copenhague, por lo que no es una verdad absoluta sino una interpretación de la cultura del momento y lugar. El crecimiento interior no tiene nada que ver con ser educado. Históricamente la moral y la ética nunca nos han llevado a la paz ni a la unidad. La moral puede ser noble pero nunca cambia la naturaleza de la bestia. No te vuelves bueno a base de intentar ser bueno, sino permitiendo que emerja la bondad.



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